Los indígenas no tuvieron demasiados inconvenientes en mantener su vestimenta tradicional durante los siglos XVI y XVII. Sin embargo, durante el siglo XVIII, fruto de la pérdida de su ganado camélido ancestral, la llama que los proveía de materias primas para sus prendas empezaron a modificar sus vestimentas. Comenzaron a utilizar prendas hechas con algodón, como camisones, pantalones, sombreros, camisas y chaquetas, y empezaron a reemplazar las fibras de camélidos por otras provenientes del nuevo ganado ovino introducido por los españoles. Las fibras vegetales como por ejemplo la totora fueron dejadas de lado y hasta el día de hoy su uso se restringe a la confección de artículos domésticos u ornamentales.
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